Sunday, October 30, 2011

Breve divagación sobre mi escritura...


Ya hace algún tiempo que dejé de escribir en forma manuscrita.

El ordenador te va seduciendo poco a poco con su estética, su facilidad de uso, con diferentes tipos y tamaños de letras, muy agradables visualmente. Me dejé llevar.

De todos los tipos que encuentro, me gusta escribir en “Verdana”, tamaño “12”. De verdad que me encanta cómo se ve lo que he escrito así, en la hoja en blanco.

Teclear te permite escribir al mismo tiempo lo que vas pensando, y esa es una gran ventaja, no deja diluir ni variar los pensamientos.

Cuando la Musa está alegre el teclear es como una lluvia fuerte, de grandes goterones cayendo sobre el pavimento. Hay días que es tan fuerte el gotear, que te recuerda esos días en el campo, en esas viejas casas con tejado de zinc bajo un aguacero, donde el ruido termina por hipnotizarte. Así de fuerte es.

Hay otros días en los que vienes a escribir y nada fluye. Allí me gusta la teoría de Stephen King, que dice que debes sentarte y retar a esa Musa, comenzar a teclear hurgando en tus pensamientos, hasta que empiezan a brotar pensamientos, como un maná. A veces puedo, a veces no puedo y desisto. A esperar un mejor momento.

Vivir la vida intensamente te nutre al escribir. Esas anécdotas, esas escenas de la vida que para ti se convierten en una veta, de la que se pueden extraer millones de ideas para un relato. A veces, mientras escribo se mezclan acontecimientos que, bien hilvanados configuran uno nuevo, con mucho de real y ficticio al mismo tiempo.

La prosa es importante. Y la comparo con la masa de una pizza. Mientras más lees a tus autores preferidos, más crece, más se parece a lo que tú eres como autor, a tu tono. Hay estilos que te llegan, donde te sientes reflejado. Mientras más los leas, más te vas encontrando con tu propio espíritu de escritor.

¿El resto? Es inspiración.

Cosas que me apetece compartir con ustedes. Se les quiere mucho por estos lares de Dios.

*Imagen: http://www.write-strong.com/

Tuesday, October 25, 2011

Jobs en el cielo...


"¡Tengo una aplicación para eso!"


Sin palabras.


"Para ser honestos, señor Jobs, la última vez que tuvimos tanto barullo aquí por una manzana, el problema involucró a Adán, a Eva y a una serpiente."


"¿Cuándo se actualizó este aparatito por última vez? Necesita ser más amigable. ¿Quién está a cargo de la innovación aquí? ¿Está disponible en otros colores?"

I-Cielo


Sin palabras

"Moisés, conoce a Steve. El va a actualizar tus tabletas..."

Fuentes: Blog Cagle (http://blog.cagle.com) y Blog "Persona" (http://danutm.wordpress.com) por Danut Manastireanu .

Saturday, October 22, 2011

Nostalgia Avileña


Días lluviosos los que vivimos en el mes de Octubre en Venezuela. La montaña mágica de nuestra ciudad, el majestuoso Ávila se nutre de una amplia gama de verdes que los caraqueños disfrutamos a diario, entre aguacero y aguacero.

En estos días circulaba por la Avenida Río de Janeiro, desde la que hay una imponente vista de la montaña y de verdad que provocaba pararse en medio de la vía, simplemente a contemplar el espectáculo de un cielo despejado, casi sin nubes, al caer la tarde, y la gama de verdes que iban desde el muy oscuro, casi negro, pasando por el grisáceo hasta llegar al manzana. Que privilegio el que tenemos.

Me cuenta una señora que trabaja con obras de arte que muchos venezolanos que viven en el exterior, cuando vienen, compran pinturas de la montaña para llevárselas a los lugares donde viven y así tener una presencia permanente de la montaña que tanta falta les hace cuando no están en Caracas.

Es así la dependencia de nosotros los caraqueños con nuestro cerro amado. Cuando estoy en Houston y salgo de cualquier sitio, siempre miro alrededor para tratar de orientarme con nuestro Ávila, una montaña que en realidad está a miles de kilómetros de distancia. Y Houston es totalmente plana, donde quiera que voltees a mirar, así que la nostalgia te invade inmediatamente.

Ni que decir de los que están más lejos y se quedan por más tiempo. Nostalgia, saudade, morrinha de nuestra montaña sagrada, que ha estado con nosotros desde que tuvimos uso de razón y lo estará por siempre en nuestros corazones, donde quiera que vayamos a estar.


* Imagen de http://ciudadoculta.wordpress.com/

Saturday, October 15, 2011

El cambio y la fuerza del espíritu


Desde que el mundo es mundo hay algo que se mantiene en el tiempo. Y ese algo es el cambio.

Si dejas una ciudad y no regresas en tres años, al volver encuentras otros edificios, comercios que han cambiado de ramo y de nombre, grupos de trabajo que ya no son ni la sombra de lo que fueron (para bien o para mal), personajes típicos cotidianos que se han marchado bien lejos, quizá para no volver, modificaciones en el trazado y sentido de las calles, los coches patrulla pintados de manera diferente, los amigos con más canas o calvicie manifiesta. El señor que bajaba a pasear el perro, esta vez sin el perro, que ya murió; el vecino huraño reconvertido en persona cálida y amable, y todo por causa de una enfermedad que logró superar. Personas de cierta edad, a las que creías una nueva versión del Retrato de Dorian Gray, mostrando en sus caras la huella indeleble del implacable paso del tiempo.

Lo más triste es saber que hay personas que deseas que estén toda la vida, y en un alarde de egoísmo no quieres que se vayan antes que tú. Das por sentado que ellas estarán allí, siempre, esperando para saludarte y conversar.

Una llamada, una mirada, una lágrima antecede a las palabras que expresan la terrible noticia de que se han marchado. Te invaden los sentimientos encontrados, querías al menos un encuentro más, una llamada más, una conversa más, una risa más, una palmada más, un viaje a la playa más, un abrazo más, un consejo más, un beso más, pero no. Se han ido. Tardas en llegar a asumirlo, pero ya no estarán más. Tan solo queda el recuerdo de lo vivido y lo compartido juntos. Nada más. Y aunque esa persona viva en ti, físicamente desaparece. Esta es, a mi parecer, la cara más fuerte del cambio.

Dentro de la turbulencia generada, uno no deja de asombrarse con la fuerza interior que muestran algunas personas. Sin dejar de sorprenderse, sin dejar de manifestar un dolor que sienten propio, igualmente no dejan de abrazarte, no dejan de sonreírte, no dejan de explicarle a todo el mundo cómo se sucedieron los hechos, no dejan de reírse cuando escuchan las anécdotas de los demás. Y aunque por dentro el dolor apriete, no dejan de mirar el futuro con esperanzas.

Aquello de que las apariencias siempre engañan es una verdad del tamaño de un templo. Saber que existe alguien que creíste muy frágil, y verla demostrarte, sin proponérselo, que es más fuerte de espíritu que tú en una situación parecida impresiona.

Se fue una persona muy querida por su entorno, su hermano, hecho demostrado en su despedida por una multitud presente y por muy hermosas palabras que se dijeron de él, incluyendo las de mi propia hija, que fue su alumna (pequeño el mundo siempre, ¿eh?).

A ella, que empezó siendo mi amiga virtual y ahora lo es personalmente, no puedo menos que manifestarle mis condolencias, darle un abrazo fuerte, y seguir buscando la forma de compartir mucho más tiempo, amén de confesarle mi sorpresa ante la entereza y la enorme fuerza de espíritu demostrada en los momentos difíciles.

Lore, no tengo palabras.

Mi casa, donde quiera que esté, es tu casa. Y, pues nada, a seguir compartiendo con los buenos amigos y disfrutando de sabrosas conversaciones, donde el tiempo se hace muy muy pequeño y nunca será suficiente, donde le damos la vuelta al mundo a punta de cuentos y anécdotas que se multiplican tanto como las risas y la buena vibra. ¡Te quiero mucho!

Wednesday, October 12, 2011

Nunca falta alguien así...



Hace mucho tiempo, en una aldea del interior, existió un hombrecillo, de condición humilde, que se encontró un buen día sin su principal herramienta de trabajo.

 Desesperado, de solo imaginarse lo que le vendría, corrió hacia el templo y se arrodilló frente a su santo favorito, pidiéndole que le ayudase a encontrar dicha herramienta.

A su vez prometió al santo entregarle tres monedas de oro al templo, a manera de ofrenda, por el descubrimiento del lugar donde la misma se hallaba escondida.

Sucede que al siguiente día apareció el anhelado utensilio. Y el hombrecillo, ¡oh, sorpresa!, no tenía consigo las prometidas monedas de oro.

Volvió al templo con su cara muy lavada, sin inmutarse, ubicó de nuevo al santo, se arrodilló y oró:

"Oooh mi apreciado santo, que has hecho realidad la aparición de mi herramienta… ¿Serías capaz, y si no es mucho pedir, de hacerme encontrar con cierta premura tres moneditas de oro?".

Saturday, October 08, 2011

El concepto Starbucks



No sé cual es la magia de esos locales pero estar allí adentro es toda una experiencia.

Desde la primera vez que fui, por allá en 2005, quedé prendado con su ambiente cool, wi-fi gratuito, las pinturas en las paredes, la música de fondo, sin estridencias ni sobresaltos, los anaqueles llenos de productos fabricados con ingredientes naturales, una muestra de los mejores granos de café del mundo, una atención maravillosa por parte de cada uno de sus empleados, en fin, es el lugar ideal para pasar una mañana de sábado mientras se lee el periódico, se conversa con amigos o simplemente se lee un buen libro.

El concepto del lugar crea adicción. Vas una vez y ya no quieres dejar de volver. Es relax en todas sus presentaciones. Y cada vez que vas puedes vivir diferentes experiencias. No es igual que en tu casa, ni en la oficina; no es estar en un parque ni en un centro comercial, es estar en un lugar cerrado, con ventanas anti-ruido, donde te puedes sentir alejado de la prisa que hay afuera, como en una burbuja, y disfrutas de tus sentidos con productos de una calidad impecable, sin sabores, grasas o colores artificiales, como un excelente muffin de banana, un cappucino frio (frappucino), observar los espectaculares diseños de los empaques de los productos, los vasos con frases motivadoras, curiosear los CDs y los libros en vitrina, deleitarse con la música suave de fondo, mirar las pinturas en las paredes, conversar con tus buenos amigos o navegar en tus páginas favoritas y recibir el trato de sus empleados, mezcla de discreción, amabilidad y simpatía que te hace quererlos desde la primera vez.

A todo lo anterior su presidente, Howard Schultz, lo denomina el “Tercer Espacio”, y es uno de los mejores conceptos comerciales del mundo, único, inimitable y profundamente adictivo.

A los que puedan acceder a uno de sus 17.000 locales ubicados en 50 países se lo recomiendo. Seguro van a pasar allí uno de los mejores (sino el mejor) momentos del día, y seguro volverán.

La fotografía: vaso de Starbucks con su frase motivadora incluida: "Así lo veo #283: la cosa más importante en la vida es parar de decir ´Yo deseo...´ y comenzar a decir ´Yo voy a...´. Considera que nada es imposible y entonces trata a las posibilidades como probabilidades."

Wednesday, October 05, 2011

John Grisham y los avatares de la escritura



John Grisham es un novelista norteamericano, autor de best sellers de ficción tales como “Siete vidas” (Random House Mondadori, 2010).

Al igual que Stephen King, Grisham pasó penurias en sus comienzos como escritor.

Y es que no solo basta con escribir una buena novela (algo bastante difícil de lograr) sino que luego viene la aprobación de público y crítica, que es mucho más difícil, sobre todo si eres un autor novel.

Grisham, quien dedicó su libro “Siete vidas” a su amigo y compañero de penurias Bobby Moak, lo cuenta sin desperdicio en la dedicatoria:

“Cuando hace veinte años se publicó “Tiempo de Matar” (su primera novela), enseguida aprendí la dolorosa lección de que vender libros era muchísimo más difícil que escribirlos. Compré un millar de ejemplares y me costó regalarlos todos. Los metí en el maletero del coche y los repartí de puerta en puerta por bibliotecas, clubes de jardinería, tiendas, cafeterías y un puñado de librerías. A menudo con la ayuda de mi querido amigo Bobby Moak.
Hay historias que nunca contaremos.”

Saturday, October 01, 2011

Orestes



Ruido de fondo del mar batiéndose contra las piedras del malecón. Me salpica el agua y me refresca al mismo tiempo. El calor y la humedad en una noche de poca brisa amenazan con sofocarme. Menos mal que está el mojito con hielo para salvarme, ah, y el rocío proveniente del batir de las olas en las piedras, que me baña a ratos de olor a mar mientras camino.

Del otro lado la hilera de edificios en la oscuridad de la noche, compitiendo con sus oscuras y vetustas siluetas con las estrellas de un cielo completamente despejado. Edificios inertes, cuyos silencios gritan al unísono, como ruido de mil voces con bastante que decir, voces que aunque no sean escuchadas dicen muchísimo, y si acaso lo fuesen, la gente igual calla y es prudente. Todos menos Orestes. Excepto hoy, que lo encuentro en silencio.

Está sentado sobre el propio malecón. De él se dice que estaba allí aún antes de que el mar existiera. Y sigue estando.

Contempla el mar ad infinítum, sin perturbarse, inmerso en sus pensamientos. Ni siquiera se inmuta cuando me le acerco.

Solo cuando lo tengo a tiro me doy cuenta que tiene un radio a su lado, y una fina melodía, fiel a sus oídos, se debate con el batir de las olas en la noche oscura. Es Chan Chan, de Compay Segundo. La reconozco en el instante en que las mismas olas también se detuvieron a escuchar.

“De Alto Cedro voy para Marcané.
Llego a Cueto, voy para Mayarí…”

Repica el tres y la trompeta se deja colar en la poca brisa del lugar. Orestes mueve los dedos levemente, como marcando el compás, inmerso como ha estado en sus cavilaciones.

Epa Orestes –lo saludo –¿Cómo anda todo?

Un “umjúuu” más bien nasal es todo lo que recibo de respuesta.

Ese “umjú” quiere decir todo y nada al mismo tiempo.

“El cariño que te tengo
No te lo puedo negar
Se me sale la babita
Yo no lo puedo evitar…”

Orestes es todo canas, todo sapiencia, todo sencillez en la piel agrietada por el sol, en los ojos que miran al infinito, en sus manos con cicatrices derivadas de duras faenas de pesca.

Palmea mi pierna sin desviar la mirada y continúa silente, como esperando una respuesta que no acaba de venir con el vaivén de las olas.

“Cuando Juanica y Chan Chan
En el mar cernían arena
Como sacudía el 'jibe'
A Chan Chan le daba pena…”

El radio transistor es pequeño, y de vez en cuando parece perder la onda, pero vuelve con renovados bríos, dejando a Compay Segundo y su tres cubano dominando sobre el rugir del oleaje.

La brisa ha vuelto desde el inmenso mar, y ahora es menor el sofoco que provoca la humedad. El olor a mar lo cubre todo, excepto cuando la brisa cambia, vira paralela al malecón, y me trae el olor de Orestes, olor a barco pesquero, a óxido, a escama de pescado, a salitre, a almizcle y tela vieja, mojada y vuelta a secar mil veces en agua de mar.

“Limpia el camino de pajas
Que yo me quiero sentar
En aquel tronco que veo
Y así no puedo llegar…”

El viejo descansa, sentado en el malecón, en una noche interminable, sin tiempo, buscando respuestas al sentido de la vida, esperando que el mar, que todo le ha dado, se las traiga y las deje sobre la arena húmeda. Son respuestas que han ido quedando a lo largo de inmensas faenas, en el mar y fuera de él, sobre adónde se habrá ido su mujer, dónde vive ahora, si es que vive, ella, que un día se fue mientras él estaba de faena, para más nunca volver, sin dejar huellas visibles, dejando toda su ropa y pertenencias, ni una carta, nada. Nunca más se supo de ella y la leyenda se ha alimentado desde entonces.

Muchos la han visto de la mano de un marino de otras tierras, otros en cambio la vieron en una finca del interior, donde ahora es ama y señora. Hay quien la vio ahogarse. Un denominador común, ningún testimonio ha podido comprobarse, al final nadie sabe, nadie supo. Desde entonces Orestes deambula, en completa soledad, por el malecón, quizá esperando un barco que un buen día la traiga, así sea de la mano de otro, para al menos poder morir en paz.

“De Alto Cedro voy para Marcané.
Llego a Cueto, voy para Mayarí…”