“Nada dura para
siempre, ni siquiera los problemas”, leo en una cuenta de Instagram. Y si, es
así, todo cambia, todo pasa y nada queda, como bien dijo el poeta.
Hay una guerra aquí
en Europa, muy cerca. Con su carga de destrucción que nos salpica a todos. Eso
me pone triste, pensar en las familias destruidas, los futuros destrozados, la
incertidumbre sobre si ello tendrá fin pronto o se alargará.
Las cosas tienden a
complicarse como consecuencia de lo que pasa. Aquí en España ha subido el
precio del combustible un 30%. Y los alimentos también. Están llegando familias
desplazadas, niños, sobre todo. Dantesco el panorama.
Sigo estudiando mi
Maestría, y como está en su etapa cumbre, no me deja leer mucho de literatura.
Mis lecturas son técnicas casi siempre. Espero también mis documentos para
poder trabajar. La visa de estudiante no lo permite.
Hace unos meses
soñé que mi amigo Luis Yslas había abierto una librería en una isla y yo había
ido a visitarlo. La librería estaba muy cerca del mar, el cual se veía desde
los ventanales, y al entrar sólo pensé en aquella librería que visité hace años
en Cumaná, y cuyos libros estaban casi todos deteriorados por el salitre. Yo
veía a Luis ilusionado y no me atrevía a decirle nada. Estuvimos conversando
sobre los libros y la vida hasta que me fui, silencioso.
El sueño quedó como
inconcluso, porque yo no pude saber dónde era esa isla, y tampoco le adelanté a
Luis el destino que le esperaba a aquellos libros que, para el momento de mi
visita, estaban aún en cajas y no en los anaqueles. Me desperté y me quedé
pensando en el sueño. Luego me volví a acostar intentando retomarlo, pero no
volvió a aparecer.
Hasta estos días
cercanos, donde volví a aparecer, esta vez dentro de la librería y no caminando
hacia ella. Luis estaba ocupadito, destapando pedidos de libros, y las cajas de
aquella vez ya estaban puestas en los anaqueles. Yo no se cuánto tiempo había
pasado desde aquel otro sueño, pero los libros estaban íntegros en los
estantes, nada que ver con deterioro. Miré por la ventana y más allá estaba el
mar, si, como aquella vez, muy azul y bajo un sol brillante, como de mediodía.
Las paredes de la librería estaban pintadas de colores llamativos, tipo
pasteles, amarillos, azules, rojos, verdes. Donde miraras había belleza, había
libros. Finalmente nos tomamos un café y conversamos, pero no de aquella
librería de Cumaná donde se dañaban los libros, porque estos estaban muy sanos,
muy cuidados, y no había del salitre ni el olor. Por la ventana pasó una bandada
de gaviotas cuando desperté. No se si habrá una tercera parte. Por lo pronto,
no le he contado a Luis de estos sueños.
Sevilla está muy
bonita por estos días de comienzo de primavera. La vida continúa, vienen
cambios en estos meses venideros. Ya preparo la tesis, pero falta mucho para
terminarla porque todavía no está madura en su definición del tema. Seguimos
trabajando en ello. Y estudiando las materias que faltan por cursar. Los
quiero. Un abrazo.
Qué bonita forma de expresarte. Me encantaron tus sueños, cada vez más positivos. Así será también tu estancia en esa. Un gran abrazo
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