En
la acera solo hay un gato. Y una maceta gigante, mayormente utilizada como
cenicero, pues la planta que antes reinaba ya es solo un ramaje seco.
De
este lado los dueños de los negocios conversan entre sí ante la evidente falta
de clientes. En la otra acera se ve un restaurant con el color característico
de los manteles, muestra de que no hay mucha gente sentada a comer. El
restaurante es bueno. Sirven comida italiana y lo hacen muy bien. Entonces
cruzo.
Como
me esperaba, no hay mucha clientela. Puedo escoger la mesa que desee, y lo hago
en una cercana a la caja, donde el dueño lee un periódico italiano editado
localmente. Baja el diario y me saluda. Acto seguido pega un grito y de la
cocina sale un mesero urgido. Recoge el menú y se me acerca. Mientras yo leo el
coloca sobre la mesa lo de costumbre: las servilletas, el agua, sal, pimienta y
unos mantelitos en los que se sirve la comida.
Pido
una pasta bologna de entrada y una pechuga de pollo con puré de principal. La
cerveza no tengo que pedirla. Es costumbre servir los gustos a los clientes. El
mesero sirve y conversa. Lo conozco desde hace tiempo. Es joven. No estudia.
Mantiene a una familia que ha incrementado reciente con la llegada de un bebé. Las
cosas no andan muy bien pero mantiene un buen semblante.
Es
que a veces la crisis parece sobrepasarnos y no es mucho lo que podemos hacer
para librarnos. Siempre me pregunta sobre lo que leo. Se asombra cuando no ve
el libro en la mesa. Se interesa. Ha leído unas cuantas recomendaciones que le
he dado. Y las hemos comentado. A pesar de que no tenemos gustos similares, a
veces coincidimos. Como en John Grisham y Joyce Carol Oates. Le comenté de lo
poco que leí y de allí partió. Y ahora es él quien recomienda sobre esos
autores. Lo ha leído todo. Y eso es bueno. Murakami no le llama la atención. Ha
intentado entrar pero no ha podido. Le surgen más preguntas que lo que avanza
en la lectura. Se ha atascado y no ha insistido. A veces pasa con algunos
autores. Es mejor dejarlos para otro momento o intentar con los que se nos dan
mejor. A él con Grisham, Oates, Graham Greene y Alice Munro.
Con
los autores no hay predicción posible. Con unos lectores se enganchan pero con
otros son la perdición. A mí me gusta más bien variar porque pienso que me
puedo estar perdiendo de algo bueno. Por eso ensayo a varios. Y he descubierto
muchos buenos, y otros malos claro está.
Dice
Kafka que los libros son como una llave que abre puertas de habitaciones
inexploradas en nuestro propio castillo. Lo creo así. Si partimos del hecho que
conocemos más del espacio exterior que del fondo de los mares, no tiene nada de
particular que tengamos un sinfín de habitaciones sin conocer dentro de nuestra
mente. Siendo así, los lectores somos como buzos, que se adentran en los
confines del mar en búsqueda de algo que inicialmente no saben pero que están
seguros de que está allí. Eso somos finalmente. Exploradores de nosotros
mismos.