Volver
a Caracas es comenzar de nuevo a acostumbrarse al caos permanente de la ciudad.
Embotellamiento de tráfico por todas partes y a toda hora, a veces sin motivo
aparente es la regla.
Y a
eso ahora se suma el hecho de encontrar locales de toda la vida cerrados o con
nuevas reglas de funcionamiento.
La
tienda de discos favorita por más de 40 años tiene un letrero que ya lleva como
cinco meses que reza “Cerrado por mantenimiento”. El restaurant peruano que
habías descubierto y en el que disfrutabas de la chicha morada y el arroz
chaufa ya no existe, y en su lugar hay un “delivery” que aún no convence a
nadie.
La
librería favorita no abre los lunes (el letrero dice que es por el mes de
agosto). Espero que el hábito de la “provisionalidad” permanente de Caracas no
haga una de las suyas.
Caracas
poco a poco se ha ido transformando en una ciudad temporal. Los sitios están
allí, un tiempo, y luego se van así como llegaron. El parque donde acudías a
remar en un bote para hacer ejercicios un buen día decidió reducir
considerablemente el nivel de la laguna y ya no se pudo remar más. ¿La excusa
del momento? Proteger del deterioro una réplica de una de las naves de Colón,
que con el pasar de los años fue destruida y sustituida por otro navío más
acorde con los tiempos políticos que corren.
El
Parque deportivo donde trotaba amaneció un buen día cerrado para el uso público,
sin aviso y sin protesto.
La
tienda donde compré los primeros LPs y posteriormente los CDs jubiló al
empleado más antiguo, que era precisamente el alma y la enciclopedia del
negocio, con el que más conversaba sobre jazz y otros estilos musicales. Eso,
con o sin propósito, le quitó en absoluto el encanto a la tienda. Sin embargo,
como todo nostálgico, seguí asistiendo en lo que ya era una costumbre hasta que
tropecé con el letrero de “cerrado” y ya no abrió más.
Hace
poco quisimos ir a un restaurante italiano, “La Strega”. Un lugar de los
especiales, donde no vas siempre sino en lo que consideras momentos únicos.
La comida y el ambiente excelentes. Cuando llegamos no vimos el letrero. Me
bajé a preguntar y ni siquiera los parqueros tenían la menor idea de lo que les
estaba preguntando. La memoria es corta por lo demás. Igual pasó con el
“Mediterráneo”. Un día fuimos y lo encontramos cerrado sin ton ni son. Luego
nos enteramos que el dueño vendió y se fue a Italia por un tiempo.
Y
pasa con todo. En una de las agencias funerarias más concurridas hay un
estacionamiento grande, justo al lado, que hace más cómodas las visitas poco
gratas a la funeraria. Resulta que ahora hay un edificio residencial construido
sin respetar ordenanzas ni retiros. Y queda la calle para estacionar.
Pastelerías
conocidas por algún manjar o especialidad. Dejas un tiempo sin visitarla y
cuando vuelves consigues empleados mal encarados y ni el menor rastro del
pastel que la hizo famosa. Restaurantes de comida italiana que hoy son de
comida china. Barberías que son agencias de loterías. Librerías que no abrirán
jamás, a pesar de que el letrero permanece, nostálgico, como símbolo de otros
tiempos.
El
cambio ha sido tal que la gente pregunta, antes de ir a un sitio donde acude
con poca frecuencia: ¿Y todavía está allí?
Caracas,
entonces, es hoy por hoy, la capital del olvido y la falta de costumbre.
Algo así está pasando en Maracay, pero lamentablemente esto está ocurriendo desde hace mucho tiempo. Muchos sitios tan típicos y nostálgicos están desapareciendo como si nada. Y algunos sitios nuevos e innovadores desparecen tan rápido como llegaron...y solo queda un vago recuerdo de un sitio que ni siquiera pudiste llegar a visitar. Es lamentable de verdad que estemos llegando a estos extremos del olvido...
ReplyDeleteSaludos y un abrazote ;)
Hola querida Marole! Pues sí, nos vamos quedando sin huellas del pasado. Tan buenos que eran algunos lugares, verdaderos íconos, como "Le Drugstore", y ahora ni la huella. Verdaderamente lamentable. Un beso grande Marole!
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