Escribir
es encontrar la paz.
Uno
tiende a enredarse en sus ocupaciones y sumergirse de tal forma que a veces termina
olvidando lo que verdaderamente es importante.
Pero
es parte de la dinámica de la profesión, hay que entenderlo, y como dice un
viejo amigo: “Open the window para que la mosca flies!”. Dejar fluir, en otras
palabras.
El
pasado jueves 19 de septiembre mi Bitácora cumplió ocho años en la red. Creo
que solo yo recuerdo esa fecha como el cumpleaños de un hijo muy querido (eso
es lo que es); ese día plasmé mi primer escrito breve para probar la web de
Blogger.
Antes
de eso escribía papeles que ya nadie recuerda donde han quedado, o lo atesoran
por allí sin que nadie lo sepa, uno no sabe.
El
gusto por la escritura me viene en paralelo con el gusto por la lectura. Han
ido de la mano por unos cuantos años pero creo que en la escritura me falta
bastante. La lectura de buenos textos es la mejor escuela sin duda alguna. Y
son ellos los que dirán cuando es el momento ideal.
Paseando
por mi Blog, leyendo las entradas previas me vienen a la mente muchos momentos
vividos. Unas cuantas etapas de mi vida se reflejan en uno que otro escrito.
Los cambios se reflejan hasta en la manera en que releo las entradas. Pienso
que de haber sido hoy las escribiría de otra forma, pero allí como están
reflejan bien el momento que viví cuando las escribí y creo que ya no admiten
corrección alguna. Ahora son solo capaces de darme ideas nuevas para nuevas escrituras
que hoy creo poder realizar.
Hoy
se que hay sitios geográficos donde la creatividad aumenta en mi, y
generalmente son sitios cercanos a montañas. Allí, donde el silencio reina, es
donde me gusta sentarme en una mesa con la hoja en blanco y plasmar mis
palabras. Creo que fluyen de una manera extraordinaria. Sin embargo hay que
ejercitar la creatividad en cualquier lugar y en cualquier momento. Así las
cosas, no dejo de pensar en una casita en la montaña, con una vista al valle
donde pasa un río, y donde se ven las montañas circundantes, y las casitas con
sus chimeneas, y la gente del lugar, y las bestias de carga, y los caminitos de
piedra.
El lugar del escritor lo llamaría Victoria de Stefano.
Cuando
consiga estar en ese lugar comenzaré a escribir los textos que me corresponde
llevar a un libro. Mientras, seguiré ensayando aquí en esta Bitácora tan
querida. Y espero seguir encontrando gente que venga a leer lo que yo escribo.
Gracias a los que se aventuran aquí. Un abrazo y como dice el cartel del Pueblo de La Guardia: "Paz a los que llegan, salud a los que habitan y felicidad a los que marchan".