Nada como compartir una buena comida, un buen vino y una buena compañía,
todo combinado con una excelente conversación, en variedad de temas, comunes y de
actualidad.
En eso generalmente se nos pueden ir horas sin darnos cuenta, porque la
atención se centra más en los sentidos, la vista, el gusto, el oído, el tacto,
el olfato.
El motivo nunca falta y por lo general nos centramos inicialmente en
elegir la mejor compañía, la que más se complemente con el momento que deseamos
vivir. Lo demás viene por añadidura, la escogencia del sitio, el día y la hora,
aunque muchas veces las cosas surgen con espontaneidad.
Los platos a degustar,
el vino, todo puede variar. Sin embargo los veo como una parte interesante de
la paleta de colores que queremos plasmar en el lienzo, que es el encuentro en
sí.
Hoy estoy recordando uno de esos momentos y el plato que escogimos. El
mismo me trae a la memoria la sazón de las islas del Caribe y especialmente la
de Güiria, ese pueblecito venezolano ubicado en la Península de Paria, extremo
este del país, donde la influencia trinitaria se siente sobre todo en el
paladar.
Hay un restaurant en El Hatillo (pueblo turístico ubicado en las
cercanías de Caracas), “Hajillo´s”, donde sirven un plato que en conjunto
pudiera ser considerado la octava maravilla del mundo.
Su nombre es muy simple, y describe lo que al final acontece con el
plato: arroz con mango.
¿De qué se trata? Pues de un arroz blanco combinado con un pollo guisado
al curry. Si lo pruebas, el sabor te llevará al mismo tiempo a varios lugares, digamos,
a Güiria, a la India o Trinidad y Tobago. En cualquiera de estos parajes las
especias son parte fundamental de la buena comida.
Hasta allí nada del otro mundo.
Lo mejor de todo es la forma en que sirven ese sencillo y exquisito
plato. A su lado colocan una bandejita de madera con 11 pequeños recipientes,
conteniendo cada uno un sabor distinto, una textura distinta, un olor distinto,
un color distinto. Jalea de mango con jengibre, ají rocoto, célery, piña,
pasas, coco rallado, zanahoria, ají dulce, mango verde, maní y pepinillo, todos
finamente picaditos y frescos.
La bandeja es en sí un espectáculo aparte, y al combinar los
ingredientes con el arroz con pollo el paladar se regodea, bien sea con lo
crujiente del maní, el sabor caribe del coco rallado, lo mediterráneo de las
pasas, el color de la zanahoria, el sabor picante y peculiar del rocoto, la
firmeza y lo jugoso del célery, el cítrico dulzor del mango verde, el
acariciante sabor de la jalea de mango con la agudeza del jengibre, lo agrio
del pepinillo. Parecen fuegos artificiales dentro de tu boca, un verdadero festival
de sabores.
Eso, más (como dijimos al comienzo) un buen vinito, una buena compañía,
la calidez del restaurante y una rica conversación nos hace sentir que estamos
cerca, muy muy cerca del paraíso.
Lo mejor será cuando lo pruebes :)))
ReplyDeleteUn abrazo!