Increíble, ya son seis semanas en suelo estadounidense y aun faltan siete para mi regreso a Venezuela. Seis semanas en las cuales ha pasado de todo. Mis sentimientos han sido exigidos en demasía, sobre todo por la lejanía de los seres queridos, el no sentirlos ni poder tocarlos, con razón las señoras de marras, doña Nostalgia y doña Melancolía, quienes poseen todos mis teléfonos y direcciones sin que yo se los haya facilitado, no han dejado de visitarme.
Las veces que han venido y no me han encontrado es porque me les he escabullido, sin decirles, y me he ido a esconder a Galveston, a Omaha, a Lincoln.
Ha sido una lindísima experiencia el escondérmeles allá, en aquellos lares; no saben cuanto he disfrutado saber que me llaman a todas partes y nada que respondo. Que han tocado mi puerta en la oficina, o en el hotel y nada, ninguna respuesta.
Pero, ¡vaya!, que las señoras tienen una virtud, y es la de la paciencia. Ellas vienen, no estoy o no me encuentran, y se marchan sonrientes esperando la próxima oportunidad, acumulativa, por demás, porque cuando vuelven, regresan con los regalos de la vez anterior, más otros que consiguen en el camino, las muy caritativas doñas.
Llegan, entre ellas deciden si tocar la puerta o no, y cuando me doy cuenta, tengo una a cada lado, con una sonrisa, yo diría que un poco cínica, ya que no estoy sonriéndoles, ni he dicho nada que pudiese parecer gracioso.
Las ignoro, pero no les importa, ¿leyeron bien? no les importa para nada, saben, igual que yo, que su presencia no pasa desapercibida en mis fibras, me cuentan cosas, mientras ríen, me cuentan, me cuentan, ríen y me cuentan…y llega un momento en que no las quiero oír, pero me siguen contando…hasta que llega el momento en que las escucho, no queda más remedio que atenderlas, hacerlas sentir cómodas, como en su casa, aún a sabiendas de que no tuvieron la decencia de llamar a la puerta, ni anunciarse a su llegada, ni avisar, ni nada, con derechos exclusivos, pues.
Les noté esta vez una sensación de venganza en sus semblantes, tan parecidos semblantes, tanto que mucho me he preguntado si estas “madames” no serán gemelas. Claro, ya leyeron el post de Omaha, y me imagino la rabia que les dio no saber que escapé de ellas por algunos instantes, que disfruté de otros encantos, que mis sentidos lo agradecieron, no, aquello fue un agravío, y, como era de esperarse, volvieron con todo.
Presentía su visita, lo sentía, lo intuía. Ahora tengo mejor idea de lo malas que pueden llegar a ser.
Vinieron con un solo cuento, uno solo, que bastó para destruirme.
Lo dijeron a coro, como susurrándome al oído: “tu hija se graduó de Bachiller (High School), fue la oradora de orden del acto, estaba lindísima, radiante, con un halo triste en su mirada, pero radiante al fin; al final de su discurso fue ovacionada de pie por los presentes en su querido Colegio Teresiano…y tu no estuviste…”
*fotografía del portal del istituto italiano di cultura en Córdoba, España