Estoy en Caracas,
tengo 58 años, y este Blog está cumpliendo 15 años.
Son tantos recuerdos
que me vienen a la memoria, tantos y tan buenos. Aquí ha quedado parte de mi vida,
mis inquietudes, mis ejercicios literarios, mis reflexiones, mis viajes, mi
convivencia, mis huellas en este paso por la vida.
Estos primeros quince años
de escrituras se han repartido entre Caracas, Houston, Austin, San Antonio,
Galveston, Omaha, Lincoln, New York, Chicago, Boston, Philadelphia y Bogotá. De
cada una de esas ciudades, visitadas en este lapso de tiempo, ha salido alguna
inspiración que ha quedado plasmada en esta bitácora.
Llegado pues, el
momento de celebrar, nos encontramos en medio de un acontecimiento que cambió
para siempre nuestra percepción del vivir en comunidad. Se trata de la Pandemia que agobia a nuestras ciudades y que continuará un buen tiempo. Para cuando todo
esto termine, ya no seremos los mismos.
En Caracas, los días
transcurren en una cuarentena o encierro que trata de frenar la velocidad de
expansión de los contagios. Nos mantenemos la mayor parte del tiempo en la
casa. Evitando reuniones presenciales, y estando en contacto con los nuestros a
través de las redes sociales.
Había dicho en un post
previo que iba a poner el diario que escribí antes de que empezara la
cuarentena. Son escritos que ya hice. Pero no los pongo todavía. Más bien les
cuento de mis días en el encierro.
Todos estos días han
ido pasando y dando la impresión de que es un mismo día, un domingo, que se
presenta una y otra vez para ver qué cosas eres capaz de hacer de forma
diferente.
Han transcurrido
entonces unos 190 domingos, día más, día menos, en cada uno de los cuales te
dan una paleta, muy temprano en la mañana, y te dicen que hay dibujo libre,
puedes diagramar, pintar, dibujar o no hacer nada; lo que gustes.
Hay días que amanezco
furioso, con ganas de hacer cosas, y paso todo el día haciendo actividades que
ya antes había escrito en una agenda. Así mismo, hay otros días en que me voy a
la cama sin haber tomado un pincel en mis manos.
Hay una incertidumbre
sobre las cosas que van a ocurrir en la vida. Todo está envuelto en una
parálisis. Nada avanza. Nada surge. Hay días de sol y días de lluvia. Abajo
nada cambia. La confusión prevalece. El virus está en todas partes. Hay gente a
la que no le pasa nada, aparte de perder los sentidos del gusto y del olfato.
Otros entran en un colapso respiratorio del que pocos sobreviven. En el
ínterin, la OMS boletín va y boletín viene, lleno de confusiones y
contradicciones. La gente entonces voltea la mirada hacia su doctor de
confianza para saber a qué atenerse. Es el signo de los días.
Hay amigos que han
muerto del virus. Gente sana, a las que una llamada telefónica ha reportado
como fallecidos. Hace dos años estábamos trabajando juntos, haciendo planes a
futuro durante las horas del almuerzo. Hoy, la compañía donde trabajábamos no
existe. Cada quién está en su casa,
buscando qué hacer. Un año antes no habríamos previsto todas estas cosas. Pero
están allí, y nos tiene a muchos tratando de perfilar un nuevo plan de acción,
un nuevo plan de vida. Quizás traiga con él una nueva ubicación geográfica, una
nueva actividad laboral. La apariencia general es que estamos en una gran
mutación. Y que ninguno saldrá ileso.
El año pasado, en el aniversario 14 del Blog, estaba
trabajando y viviendo en Bogotá. Quién sabe dónde estaremos dentro de un año. Amanecerá y veremos. Mientras,
seguimos con el lienzo y los domingos con dibujo libre, intentando pintar
nuestras ilusiones.