Dar
rienda suelta a la escritura durante once años. Se dice fácil pero no lo es. Es
un gusto enorme el que me da haber permanecido todo este tiempo compartiendo
letras con ustedes, que son esa mano invisible que me impulsa a seguir.
Les
confieso que lo disfruto tanto como el primer día.
Me
he planteado seleccionar algunos de los textos aquí plasmados para
reescribirlos e intentar con ellos un libro de relatos.
Sin
embargo, no me pongo de acuerdo conmigo mismo sobre cuáles son los textos que
debería elegir. Hay días que me gustan unos, pero suelen variar en el tiempo.
Debo pasar el tamiz una y otra vez hasta que haya algunos que permanezcan y
decida reescribirlos.
Mientras
tanto la vida sigue. Y desde 2005 la escritura ha evolucionado, para mejor,
creo yo. He tomado un taller de escritura creativa, he leído la opinión de
muchos autores sobre lo que se debe y no se debe al escribir, y me han quedado
muchas lecciones, unidas a las que me han escrito los lectores. Queda mucho por
aprender. Mucho por leer. He conocido muchos autores, y en muchos de ellos
busco el foco, el estilo que se adapte a mi forma, estudio la manera como
forman sus textos, y en el ínterin descubro otros, que me dan sorpresas, que me
amarran a su lectura. Todos tienen algo que decir, algo que aportar. Y la vida,
que es mi complemento. En ella hay bastante material para escribir, para
contar, para compartir.
Ahorita
leo a Vila-Matas y me entiendo muy bien con su forma de narrar. Con él y con su
alter-ego Ernest Hemingway. Como ayer fue con J.D. Salinger. O con Truman
Capote. O con Murakami en sus novelas, o con Mishima en sus cuentos. Dios salve
la buena escritura porque es la savia que me alimenta y me hace crecer.
Disfruto
ahora ese “Paris no se acaba nunca” de Vila-Matas, como ayer disfruté aquel
“Paris era una fiesta” de Hemingway, y pienso que algún día llegaré a escribir
de esa manera tan transparente y llena de sentimientos y honestidad ante la
vida.
Por
eso escribo. Esta bitácora es mi diván, mi rincón favorito de la casa. Un
rincón que puede estar en muchas partes, incluso mudarse temporalmente de
ciudad, y seguir allí, intacto en sus espacios. Un lugar donde sé que ustedes
vienen a ver lo que se me ha ocurrido de vez en vez. Donde son bienvenidos. Y
donde al mismo tiempo yo disfruto de la soledad del escritor, donde me enfrento
con mis dudas, con mis tormentos de vida, con mis alegrías y mis torpezas. Un
lugar que es testigo mudo de mi crecimiento como escritor. Y donde hay un sofá
para compartir siempre.