Mientras yo me estreso por los compromisos adquiridos en el trabajo, Félix se limpia la piel, cuidadosamente y a conciencia. No hay nada ni nadie que lo haga salir de allí. Se nota concentrado. De vez en cuando algún ruido lo hace levantar la vista, cosa que termina apenas comprueba que no era nada importante.
Así es Félix, el gato de Victoria. Gato lanudo, felpudo, de ojos grandes y contemplativos, consentido como el que más, taciturno a veces, ruidoso cuando tiene hambre, sigiloso, acechante, celoso de su dueña, bueno, su amiga le calza más, son amigos desde el primer momento.
Victoria lo encontró en la calle, llorando de hambre, mientras paseaba a su perro Rey (o Rey a ella, porque es más grande y más fuerte).
Cuando los caminos de la vida se cruzan en el mismo plano, a eso se le llama encuentro. Justo lo que sucedió entre Victoria y Félix.
Ahora Félix tiene una casa, un calor de hogar, comida y cariño. ¿Y a qué otra cosa puede aspirar un gato tan afortunado?
Pensé que la relación entre Rey y Félix iba a ser más difícil. Ya saben. Perros y gatos. Tan diferentes. Pero he allí a los dos dándonos lecciones a los humanos. Se respetan como el que más. Cada uno tiene su espacio. Y su momento.
Qué vida le esperaba a Félix en su vida callejera. Luchar a muerte por la comida. Cruzar una calle, siempre temiendo no llegar al otro lado. Dormir con un ojo abierto y el otro cerrado, en alerta permanente. Soportar el frío de la madrugada; todas las madrugadas. Algo a lo que nunca te acostumbras. Ni que decir de los días de lluvia, donde no hay sitio para el abrigo. Ni la esperanza. Qué decir de las chanzas de los niños traviesos, que los persiguen lanzando piedras, poniendo a prueba su agilidad para saltar vallas muy altas.
Pero he allí la energía del Universo, colocando las cosas en su santo lugar. Y allí está Félix, durmiendo la siesta. Con sus grandes ojos entreabiertos, sus sentidos en alerta, y en apariencia aletargado, disfrutando de esa paz que nos envuelve. Victoria y yo saboreamos un té verde, y él nos observa de vez en vez.
Terciopelo. Seda. Ambas cosas se perciben y se sienten cuando lo miras descansar así, en total silencio y quietud. Es Félix van der Kats, el gato de Victoria.