Hola Ingrid:
Espero que te encuentres bien. Dentro de las condiciones en que te encuentras, que no son las mas idóneas para un ser que se ha criado en la ciudad. Es una prueba dura que Dios te ha puesto por delante. Lo se. Creo que has tenido suficiente. Ya van a ser seis años.
Hoy me he enterado por televisión que algunos rehenes o retenidos, o como quieran llamarlos, serán liberados. Enhorabuena por ellos, y a la vez siento tristeza porque tu sigues allí.
Empiezo por contarte el presente inmediato. Malas noticias. Una política como tu, llamada Benazir Bhutto, ha sido asesinada cobardemente, por razones hasta ahora desconocidas, pero que no hacen más que encubrir la parte escabrosa de la política, la parte más deshumanizada y cruel.
A ella, como a ti, se le veían las buenas intenciones en su cara. Fue capaz de retar, como tu, las amenazas que le llovían. No más llegar a su país sufrió un atentado, al cual sobrevivió. Sin embargo cien personas inocentes quedaron en el camino. Esta vez no fue así. Dos balas acabaron con una mujer valiente, capaz de hacer cosas que yo, como hombre, quizás no haría, o tendría miedo. Hoy amanecimos con una valiente menos en esta vida.
Pero no quiero traerte sólo malas noticias. Te imagino viviendo en las condiciones más inhóspitas, enfrentándote con valentía a fieras nocturnas, serpientes amenazantes, insectos despiadados. Te veo en muchos casos amarrada a los árboles para evitar que escapes. Tú lo sabes bien, pueden amarrar tu cuerpo pero no tu alma, tu espíritu valiente, el mismo que te llevó a ser capturada por tener la entereza de asumir tus derechos a caminar por cualquier rincón de tu patria.
Tengo recuerdos de la selva. Los quiero compartir contigo, si me lo permites. Como la vez que conocí los caños del Orinoco, en el Delta Amacuro (noreste de Venezuela), donde caminábamos en plena espesura del bosque y de repente nos topábamos con serpientes de todo tipo, algunas gigantescas, como nunca antes había visto en mi vida. Mis acompañantes, acostumbrados a ese medio ambiente, me indicaban sus nombres, diversos, cascabel, mapanare, culebra de agua (anaconda) y la tragavenados, inmensa e imponente, con sus manchas que de lejos parecen flores. Y digo de lejos porque nunca fui capaz de acercarme, aún a sabiendas de que la que vimos estaba muerta.
Disfrutaba mucho de los baños en las oscuras aguas de los caños (ramales del delta del gran río) del Orinoco, donde yo ya sabía que se ocultaban caimanes (cocodrilos), peces caribes (pirañas), tembladores (especie de anguilas que al contacto producen descargas eléctricas) y rayas (mantarrayas). Aún así, todos los que me acompañaban no se resistían a sumergirse en sus aguas, y por ello me atreví, y entendí que es una experiencia única e insuperable. Tenía miedo, si, porque los cuentos de las picadas de mantarrayas, o mordidas de peces caribes eran espeluznantes. Bañarse en esas aguas es sentirse parte de esas tierras, esos bosques, ese cielo, esas aves y esos peces de colores que otras tantas veces ví, y comí.
Lo de los insectos me parecía terrible. Vivía bañado de repelente, y aún así, los mosquitos kamikazes se abalanzaban sobre mi piel sin misericordia. Conocí el tábano, que parece una mosca común y corriente, pero que se alimenta de sangre, y cuya picada es más bien una quemada de la piel. Es duro, y tú lo sabes bien.
El sol que se abate sin piedad, y que nos obliga a tomar mucha agua para no deshidratarnos, el aire puro que se respira a toda hora, que huele a naturaleza, a verde, a animal salvaje, el mismo que cuando llueve huele a tierra mojada, que refresca todo y trae el frío a estos lugares donde el calor reina casi siempre. Bañarse en la lluvia, tu ya debes conocer ese placer, es como bañarse en una ducha gigante, con fondo musical de truenos e iluminación de relámpagos. Te hace sentir liberado, un ser de otra galaxia.
El paisaje es único e irrepetible, el color de barro de las aguas del río contrastando con el verde de la selva y el azul del cielo es algo que nunca olvidaré.
Sin embargo, tampoco olvido que yo fui voluntariamente, las veces que quise, y volví cuando se me antojó, que no es tu caso, porque ya van a ser seis años y sigues allí, en contra de tu voluntad. Todos los días le rezo al Señor de los Cielos para que tu cautiverio finalice, igual que el de otros que tampoco lo merecen. Le pido a Dios por tu salud mental, por que te alimentes y, a pesar de que ha pasado mucho tiempo, no pierdas la esperanza.
¿Sabes? Este año escribí una carta al niño Jesús. No lo hacía desde mi infancia, pero al leer varios blogs donde lo hicieron otros adultos me entusiasmé y escribí una, casi 40 años después de haber escrito la última, porque en ése entonces mi mamá me confesó una verdad que todavía duele en mi alma, por la cual dejé de escribirla desde la siguiente Navidad. Y allí te incluí. Ojalá se cumpla mi deseo.
Supe ayer que tu esposo ha lanzado miles de fotografías de tu familia en las selvas donde aparentemente te tienen tus captores, con la esperanza de que las encuentres. Si lo haces, y antes de que te la quiten, míralas bien y atesora las imágenes en tu corazón. Allí mismo, donde sigues siendo libre. Te seguiré escribiendo. Te quiero. Un beso!
*La foto es de Associated Press