Sunday, August 29, 2010

Reloj, no marques las horas...



El tiempo. Así de implacable. Nunca se detiene. Y a veces tendemos a perder el control. Sabemos cuando comienzan las cosas pero nunca cuándo ni cómo terminan.


La mayoría de las veces pensamos que vivimos en una eterna rutina donde una cadena de acontecimientos se repite sin cesar. Hasta que la vida nos demuestra que no es así.


Para esos seres privados de libertad, por errores que han cometido en sus vidas, el tiempo pasa a perder su significado primitivo, es decir, el de la duración de los acontecimientos. Ellos saben mejor que nadie cuando entran a la cárcel pero ni siquiera saben si saldrán vivos, así que para ellos, la vida es un momento a la vez, un encuentro a la vez, una simple mirada y la interpretación que se le da.


Para el piloto de un avión en problemas a diez mil metros de altura, el valor de un segundo es inmensurable. Y la velocidad en que múltiples alternativas de solución se pasan por su mente más aún. La misma velocidad en que se cotejan y desechan soluciones. Una decisión cambiará el destino de 180 personas que muchas veces ni se dan cuenta del percance.


Un hombre en caída libre, cuyo paracaídas tarda mucho en abrir, puede ver claramente los principales acontecimientos de su vida en un abrir y cerrar de ojos. La velocidad de sus pensamientos es inversamente proporcional a la velocidad en la cual caen sus lágrimas sabiendo el destino que, de no abrir el artefacto que porta en su espalda, le espera irremediablemente.


La madre que cuenta los días que faltan para el regreso de su hijo, quien presta el servicio militar en el frente de batalla, mira el reloj, y detalla cuidadosamente la fecha del mes, la hora, los minutos y hasta los segundos que transcurren mientras mantiene su mirada en la esfera del tiempo, y calcula con precisión matemática el tiempo que falta, si no hay noticias fatales, para su regreso.


El joven abandona el naufragio y se lanza en medio del río, pensando que tendrá fuerzas suficientes para llegar a la orilla, y luego de nadar y nadar un largo tiempo, y darse cuenta que la orilla aún está lejos, le fallan las fuerzas, y no sabe, en medio de su angustia, qué cosa medir: si el tiempo que le falta para tocar la orilla o el instante en que sus fuerzas menguarán y sucumbirá ante la corriente.


El amante que, luego de muchísimos intentos, por fin logra estar a solas con su amada, compartiendo sábanas en una noche interminable, con pasión desenfrenada. Una noche que ambos desearían que fuese eterna. Como en la canción de Roberto Cantoral:

"Reloj, no marques las horas, porque voy a enloquecer,
ella se irá para siempre, cuando amanezca otra vez.

No más nos queda esta noche, para vivir nuestro amor,
y tu tic-tac me recuerda, tu irremediable dolor.

Reloj, detén tu camino, porque mi vida se apaga,
ella es la estrella que alumbra mi ser,
yo sin su amor no soy nada.

Detén el tiempo en tus manos, haz esta noche perpetua,
para que nunca se vaya de mí, para que nunca amanezca."


Sunday, August 22, 2010

Pausa


Levantarse temprano rinde sus frutos. Salgo de casa rumbo a la estación del subterráneo a buscar a alguien. Ese alguien se retrasa y lo avisa, llamada telefónica de por medio. ¿Qué hacer entre tanto? ¿Un café?

Vómero es el nombre de un barrio de Nápoles. Para mí es más bien sinónimo de un buen café en Caracas. ¿Por qué pensarlo dos veces? Hacia allá vamos. A veces uno va a probar un cappucino (único en la ciudad) y nuestra amiga Anna Rosa lo adereza con unos sandwichs que prepara al instante, y que son una auténtica delicia. Ella hace magia con sus manos, y allí mismo, frente a tu mirada, pone, sobre una rebanada de pan de afrecho, el auténtico tomate seco ahumado italiano y te dice, con total seguridad de que vas a quedar encantado, extasiado y estremecido por el buen sabor:


–Prueba.


–Mmmmmmmm… ¿Cómo no quedar extasiado? –respondo yo.


Es sábado en la mañana, y la ciudad se esmera por mostrar su mejor cara, luego de los estragos del viernes en la noche. Y lo consigue, porque esta ciudad de Caracas da para mucho más de lo que uno se imagina.


Las vías están libres de los embotellamientos de la semana, del frenesí, las groserías de los conductores impacientes y el desorden típico de otros días. Y la vista apacible al romántico Ávila, testigo de tantas y tantas historias, lo llena todo. Puedes ir de un extremo a otro de la ciudad en pocos minutos, tarea imposible e impensable durante los días laborales.


No estoy corriendo en el Parque del Este desde hace un tiempo. Decidí hacer una pausa en el ejercicio y dedicar el tiempo a otras cosas que también me llenan. Y entre las cosas que más extraño están esas vistas preciosas a la montaña que se contemplan desde la pista del parque. Extraordinarias. Te devuelven el espíritu luego de una jornada de entrenamiento corporal.


Pero todo en la vida requiere de una pausa. Al menos para mirar hacia adentro. Para observarte a ti mismo desde una perspectiva externa. Algo así como parar en un sitio, salir de tu propio cuerpo, caminar unos pasos y voltear a mirarlo, desde todos los ángulos, a ver qué está mal y qué está bien, qué debes cambiar en el aspecto. Porque el aspecto revela todo.


Y cuando digo aspecto me refiero, en un instante cualquiera de tu día, a la posición de la columna, la ubicación de los brazos, las piernas, la dirección de la mirada, el semblante, la boca. Todo tiene algo que decir. Y no es mirarse en un espejo. Es diferente. Frente al espejo te preparas y pones (sin querer, queriendo) tu mejor pose. Aquí no. Aquí te sales por completo y desde afuera te ves tal como eres en ese preciso instante congelado en el tiempo, todo alrededor, desde arriba y a los lados (de planta y elevación diría un ingeniero). Ves tu propio semblante. Y puedes descifrar tu propio código.


Esa pausa nos cambia. Nos hace sentir bien con nosotros mismos, que es la puerta a sentirnos bien con los demás. Nos lleva a tomar decisiones importantes. Nos modela el espíritu. Nos hace mejores personas. Hace que cuerpo y espíritu se tomen de las manos. ¿Lo han intentado hacer alguna vez?


Cierro esta divagación con las sabias palabras de Piero Ferrucci, filósofo italiano:


“Elimina algo superfluo de tu vida.


Rompe un hábito.


Haz algo que te haga sentir inseguro.


Lleva a cabo una acción poniendo en ella toda tu atención e intensidad. Como si fuera la última de tu vida”.


¿Vale?

*Fotografía de Julián Calderón Oviedo en Panoramio (Google Earth).

Friday, August 20, 2010

De la coma y el sentido de las cosas.

Esta tarde tuve una amena conversación con mi amigo Félix (que no el gato) sobre la escritura y las situaciones que de ella se derivan.

A Félix le encanta la escritura y tiene planteado escribir un cuento infantil, para lo cual pule sus condiciones en la Escuela de Escritores.

Yo nunca he revisado esa página porque, en mi opinión, para escribir mi novela solo necesito leer bastante y escribir a menudo.

Un día me siento a escribir y la novela saldrá sola. Eso pienso pero Félix difiere.

En la tarde, cuando conversamos, le mencioné la obra “La maleta de mi padre” de Orhan Pamuk, donde el laureado escritor deja saber sus impresiones acerca del arte de escribir.

Félix no perdió tiempo y voló a la librería, compró el libro y en tres horas ya era historia. También tuvo a bien recomendarme un libro sobre el tema: “Mientras escribo”, de Stephen King (Plaza & Janés, 2001). Ahora lo estoy leyendo. Me gusta mucho leer a los escritores cuando disertan sobre la escritura y lo que significa para ellos.

En ese mismo sentido, hace poco leí un libro que escribió José Antonio Millán “Perdón, imposible. Guía para una puntuación más rica y consciente” (RBA Libros, 2005). En una prosa muy amena e inteligente, José Antonio nos lleva a comprender cómo una simple coma puede cambiar radicalmente el sentido de una frase u oración.

Lo matiza con una anécdota interesante, que les coloco a continuación:

"De mis años escolares recuerdo una anécdota atribuida a Carlos V (luego la he encontrado referida a otros reyes, pero nos dará lo mismo...). Al emperador se le pasó a la firma una sentencia que decía así:

Perdón imposible, que cumpla su condena.

Al monarca le ganó su magnanimidad y antes de firmarla movió la coma de sitio:

Perdón, imposible que cumpla su condena.

Y de ese modo, una coma cambió la suerte de algún desgraciado..."

Otro amigo, Angel, me envía otra anécdota sobre los estragos que puede hacer una coma puesta aquí o más allá:

Julio Cortázar escribía:

"La coma, esa puerta giratoria del pensamiento"

Leamos y analicemos la siguiente frase:

"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda"

Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer.

Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene.


Friday, August 13, 2010

¿Luz de la calle, oscuridad de la casa?


Un vecino vio a Nasrudin Hodja buscando algo en el suelo-

–¿Qué estás buscando Hodja? –le preguntó.

–Mi llave –dijo Hodja.

De inmediato el vecino también se puso de rodillas a buscar la llave.

Al cabo de un buen rato de buscar y no encontrar, el vecino le pregunta a Hodja:

–¿Y dónde exactamente se te ha caído la llave?

–En mi casa.

–¿Y entonces, por qué la buscamos aquí afuera?

–Porque aquí hay más luz que en mi casa.


Imagen: http://www.gizmodo.es/

Thursday, August 05, 2010

She is an artist!


El arte fluye dentro de ti, como la savia en los árboles. Y no me asombra. Porque soy testigo de ti desde que eras muy pequeña.

Dios te dio ese don artístico del cual ya comenzamos a disfrutar los que te conocemos, y que pronto conocerá mucha gente.

Eres una prueba más de que con el talento se nace.

Desde ya eres mi artista favorita, y una prueba más de que esta tierra tiene esperanza. Estando contigo siento que pronto va a amanecer, un amanecer luminoso y bonito.

Me cuentas de Jackson Pollock, y de sus abstractos que son divertidos y yo me asombro.

A ti también te gustan los abstractos, te quedan muy bonitos, pero tus rostros tienen algo que me fascina y me deja pensando ¿hasta dónde llegarás? ¿En qué nube lejana te subirás? Soy feliz de saberte. No tengo dudas.

Sunday, August 01, 2010

Paraíso en la tierra...

Día bonito es cualquiera, cuando se tiene frente a sí la belleza de la naturaleza, la sencillez de lo simple, lo verde, lo azul, el sol impecable, el viento que acaricia, una temperatura sólo posible en estos lares de Dios.



Todo se conjuga, todo juega a favor, la vista se regocija, los sentidos agradecidos. Sientes que la presión está esta vez en el botón de pausa, la válvula de escape se abre y deja escapar todo el stress acumulado, lentamente…



Vienen a tu mente imágenes de tus mejores momentos, de intercambios, de palabras bonitas, de escenas hermosas, y buena música.


Agradecemos al Infinito su presencia, el poder compartir tanta paz y guardar un poco para cuando se necesite. Porque no todo es tan malo. De verdad que yo disfruto estos momentos de relax. ¿Quién no?


Fotografías realizadas en Bahía de Buche, Venezuela.