Sunday, April 16, 2006

Mi encuentro con María, en Cúcuta, Colombia


Fue en noviembre de 1993. Recuerdo que fuimos a una ciudad llamada San Cristobal por asuntos de trabajo. Eramos tres personas y teníamos una agenda repleta. Me pareció bastante dificil poder cubrir todos esos puntos en un sólo dia pero asi salimos.

Tomamos un avión que nos trasladó a la fronteriza ciudad de San Antonio del Táchira, desde donde en minutos te pones en el vecino pais de Colombia. Despues de aterrizar tomamos un taxi que nos trasladó durante una hora hasta San Cristobal donde rápidamente comenzamos nuestra reunión. Como dije antes eran muchos puntos por cubrir y yo había estimado que ibamos a dormir esa noche alli para poder terminar la agenda al dia siguiente, pero mis colegas aceleraron la dinámica de la reunión en lo posible. Al mediodia nos invitaron cordialmente a almorzar y la pasamos muy bien alli. La gente de esa ciudad es muy atenta y cordial asi que pasamos mas tiempo del que teníamos estimado, aunque no me quejaría porque fue muy grato y la comida estuvo excelente. De nuevo en la oficina apuramos la agenda en lo posible porque nuestro vuelo despegaba a las 5pm del aeropuerto de San Antonio. Por mas que nos apuramos con la agenda, terminamos a las 4:15pm, hora en la cual salimos raudos hacia el aeropuerto pero no contábamos con que había mucho tráfico de vuelta y a pesar del esfuerzo del chofer del taxi cuando por fin arribamos al aeropuerto tuvimos que contemplar inermes nuestro avión despegando de la pista, siendo el único vuelo de retorno a Caracas ese dia.

¡La torta!

Perdimos el único vuelo. ¿Que hacer? Mi opción fue volver a San Cristobal porque tenía temor de quedarme a dormir en San Antonio, peligrosa ciudad fronteriza donde todo lo que leía en los periódicos de Caracas tenía que ver con secuestros y narcotráfico. Pero mis dos colegas tenían un plan diferente: quedarse en San Antonio e ir a cenar a Cúcuta, Colombia (en la foto del post)!!

Por mas que supliqué que nos devolvieramos a San Cristobal se decidió por mayoría de 2 contra 1 cenar en Colombia. Lo acepté pero confieso que estaba aterrorizado por lo que nos pudiera pasar. Llamé a mi casa e informé que habíamos perdido el vuelo y que regresaríamos al dia siguiente, sin informar de nuestro destino para no sembrar la alarma. Luego de registrarnos en un hotel de San Antonio, donde aspirabamos a pasar la noche despues de cenar en Colombia, partimos hacia Cúcuta. Nunca antes había estado en Colombia. Rodamos alrededor de 40 minutos hasta llegar a Cúcuta. Uno de mis colegas ya había estado alli por lo que nos sirvió de guía. Cenamos en un restaurante de allá y luego salimos a dar unas vueltas y, ¿por que no? por unas cervezas tambien. La ciudad es bonita, grande, la cruza un río llamado Pamplonita. Tomamos algunas cervezas en un bar del centro y pedimos detalles acerca de donde pasar un buen rato y nos indicaron que en el boulevard del Pamplonita. Un sitio donde hay muchísimos árboles y puestos ambulantes que venden hamburguesas y cervezas.

Alli conocí a María, una colombiana muy hermosa y simpática que atendía uno de los puestos donde expendían cervezas. Era linda, quizas rondaba los 40 años de edad pero tenía un porte muy juvenil. Por supuesto que nos quedamos a tomar las cervezas alli y de inmediato comencé a conversar con ella porque además hicimos buena química, al punto que cuando llegó la hora de irnos, la cual previamente convinimos a las 9pm yo mismo pedí que nos quedaramos mas tiempo. Ahora es que empezaba a ponerse buena nuestra conversa. Mis amigos tuvieron que resignarse a petición mia, muy sorprendidos por el cambio de actitud.

Hablamos de todo, de lo humano y lo divino, de nuestra vida, nuestros estudios, nuestras ciudades y hasta de nuestros matrimonios. Yo tenía en ese entonces tres años de casado y María diez. Platicamos de las bondades y los bemoles de vivir en Caracas y en Cúcuta contrastando las diferencias y similitudes. Le dije que me había llamado mucho la atención que los negocios abrían hasta pasadas las diez de la noche sin problemas aparentes, cosa que en Caracas no se estila por la misma peligrosidad de la noche.

Hablamos de lo bueno y lo malo de estar casados. Sin tapujos nos confesamos lo que pensabamos de la unión matrimonial. Es como si nos conociésemos de toda la vida. Me encantó conversar con ella durante mas de seis horas. Maria decidió no atender personalmente a nadie esa noche, aparte de mi (que privilegio) y yo tuve que pagar todas las cervezas que mis amigos se bebieran durante todo el tiempo adicional que nos quedaramos para que no pusieran objeción alguna en quedarse, mesa aparte, por supuesto.

Entonces la noche quedó para los dos. Son esos encuentros que yo llamo mágicos porque ni siquiera te lo propones y de repente ocurren. Yo sabía lo dificil que era para mi volver a Cúcuta y para María ir a Caracas asi que disfrutamos a nuestras anchas de la conversa improvisada. Como a las 3:30am del dia siguiente decidimos partir, en parte porque muchos de los negocios alrededor estaban cerrando y temiamos quedarnos sólos alli hasta amanecer, aunque a mi no me hubiese costado nada.

Hubiese dado todo por alargar esas magnificas horas. Es que cuando haces química espontánea con alguien asi el tiempo se hace corto, demasiado corto. Al final salimos en plena madrugada hacia San Antonio, en Venezuela. Yo, el que no quería ir, había estado por voluntad propia hasta casi las 4am en Colombia, disfrutando de la mas amena de las conversaciones con María, una hermosísima colombiana que no olvidaré jamás.

Nunca mas tuvimos contacto porque María me confesó de los celos de su marido, por lo que decidimos no intercambiar teléfonos. No se de la suerte de María. De ella sólo me quedó un momento mágico, de esos que se viven sólo una vez en la vida.

Dios te guarde María, donde quiera que estes.

1 comment:

Khabiria said...

Tengo una historia parecida...realmente son momentos únicos y personas unicas...como dice la canción de Serrat: "de vez n cuando la vida toma conmigo café".....